
Imagínate que pides a Alexa que te reproduzca tu canción favorita y, en lugar de eso, te pone un podcast sobre cultivo de maíz. O que intentas que Siri envíe un mensaje importante, pero acaba escribiendo algo que parece un conjuro satánico. ¿Por qué nos pasa esto? ¿Acaso los asistentes de voz se ríen en secreto de nosotros?
La realidad es que estas inteligencias artificiales funcionan bajo reglas que, aunque sofisticadas, pueden parecer ridículamente limitadas en ciertas situaciones. Aquí analizamos por qué nos frustramos con ellas, desde errores absurdos hasta las profundas limitaciones de la tecnología actual.
¿Son realmente “inteligentes”?

La base de los asistentes de voz es la inteligencia artificial, pero su “inteligencia” es más limitada de lo que parece. Funcionan como sistemas de reconocimiento de voz que identifican palabras y las vinculan con respuestas predefinidas. No “comprenden” el contexto real de lo que decimos; simplemente ejecutan patrones establecidos.
Por ejemplo, si le dices a Siri: “Recuérdame comprar huevos y leche mañana”, su capacidad de análisis se reduce a reconocer palabras clave como “recuérdame”, “comprar” y “mañana”. Pero si cambias la forma en que hablas y dices algo como “Avísame que necesito provisiones para el desayuno”, hay una gran probabilidad de que Siri no lo entienda y te responda con algo como “Aquí tienes recetas de desayunos saludables” (gracias, pero no era lo que pedí).
Los problemas del reconocimiento de voz
Las dificultades de los asistentes de voz no siempre se deben a su programación interna, sino al simple hecho de que los humanos hablamos de manera caótica.
- Acentos y pronunciación: Estos sistemas han sido entrenados principalmente con ciertos acentos, lo que hace que nombres propios o modismos sean difíciles de reconocer.
- Ruido ambiental: Si le das una orden con música de fondo o mientras alguien más habla, las posibilidades de obtener una respuesta incorrecta aumentan.
- Formulación de comandos: Muchas veces los asistentes esperan frases muy específicas. Si no sigues su estructura, pueden responder cosas sin sentido.
Ejemplo:
– “Alexa, ¿cuál es la capital de Uruguay?” → Funciona bien.
– “Alexa, ¿cómo se llama el país cuya capital es Montevideo?” → Probablemente no entienda.

Las respuestas sin sentido
Quizá el momento más frustrante de los asistentes de voz ocurre cuando intentan dar respuestas a preguntas abiertas. Por ejemplo:
– “Alexa, ¿me amas?” → “No tengo emociones, pero siempre estoy aquí para ti.” (Frío pero funcional).
– “Siri, ¿cuál es el sentido de la vida?” → “Una gran pregunta. Dejemos que la filosofía responda.” (¿Así o más vago?).
– “Google Assistant, ¿qué pasa si divido 0 entre 0?” → “Eso es un error matemático.” (Gracias, genio).
¿Podemos mejorar la relación con nuestros asistentes?
Aunque no podemos hacer que Alexa tenga una epifanía y de pronto comprenda la profundidad de nuestras intenciones, sí podemos mejorar nuestra interacción con ellos:
- Usa frases más directas y evita redundancias.
- Prueba distintos comandos si la respuesta inicial no funciona.
- Explora los ajustes de personalización para adaptar el asistente a tus hábitos.
Aún falta mucho para que estas IA logren entendernos como lo haría un humano, pero su evolución sigue avanzando. Mientras tanto, sigamos disfrutando de la maravillosa experiencia de pedirle a Siri que ponga música, y que termine llamando a nuestra tía.