
El tablero está puesto, las piezas han movido según las reglas de un juego que, para muchos, ya tiene ganador antes de que se juegue la última partida. Las elecciones del 2025 en México no son solo una disputa por el poder, sino una prueba de la capacidad del sistema para sostener la narrativa de la democracia. Pero la pregunta clave no es quién gana, sino si el resultado realmente importa.
La ilusión de elegir
México enfrenta una contienda en la que la participación ciudadana se convierte en un acto de fe más que en una estrategia de cambio. La desconfianza en las instituciones electorales, el control de narrativas y la maquinaria política aseguran que, pase lo que pase, las estructuras de poder sigan intactas. En este jaque al sistema, el ciudadano juega con piezas limitadas y movimientos restringidos.
Los actores en la partida
Desde el gobierno en turno hasta las fuerzas opositoras, los partidos han delineado una estrategia donde la movilización y el control mediático pesan más que la convicción democrática. El crimen organizado, los pactos políticos y la economía son factores invisibles que condicionan el tablero. ¿Es posible un jaque mate en un juego donde las reglas las dicta quien mueve las piezas?
El domingo como desenlace
Las urnas se abrirán, los votos serán contados, los discursos preparados. Pero más allá del acto electoral, la duda persiste: ¿hay posibilidades de que el tablero realmente cambie, o solo se ajustarán los jugadores manteniendo la misma partida?
Mientras México juega su próxima jugada, el jaque está sobre la mesa. Lo que queda por definir es si el ciudadano aún tiene capacidad para cambiar el juego, o si es solo un espectador del desenlace.