Cuando se habla del crecimiento económico de un país, la palabra “nulo” no suele ser motivo de celebración. Este fue precisamente el término que utilizó el Banco Mundial para describir el pronóstico de crecimiento de México en 2025. Sí, así es, un sólido y redondo 0%. Pero ¿cómo llegamos aquí? Vamos a desglosarlo con calma.

Primero, es imposible ignorar el elefante en la sala: las tensiones comerciales con Estados Unidos. Las políticas proteccionistas, como los aranceles, han añadido una dosis considerable de incertidumbre al panorama. No es un secreto que cuando tus principales socios comerciales tienen desencuentros, el impacto puede sentirse en cada rincón de la economía, desde la manufactura hasta la exportación de aguacates.

A esto se suma la cautela de los inversionistas. La incertidumbre no es amiga de los negocios, y muchas empresas prefieren esperar antes de soltar el cheque grande. Es como si todos estuvieran sentados en una mesa de póker, pero nadie se atreve a apostar fuerte. Este ambiente de precaución ralentiza proyectos y, por ende, el crecimiento.

Por otro lado, están los retos internos: desigualdad económica, problemas en el sector energético, y la eterna batalla de la burocracia. Aunque México tiene un potencial enorme, parece que el motor está en punto muerto y necesita un buen ajuste.

¿El pronóstico para 2026? Un tímido 1.1%. Sí, hay esperanza, pero no estamos hablando de un salto olímpico, sino más bien de un pequeño brinco. El Banco Mundial sugiere que con reformas adecuadas y una mayor estabilidad comercial, México podría reencaminarse hacia un crecimiento más robusto. Pero la gran pregunta sigue siendo: ¿cómo activar ese motor?

Quizás este sea el momento perfecto para reflexionar, para replantear estrategias y enfocarse en aprovechar las fortalezas que ya existen. Porque si algo queda claro, es que México no carece de recursos ni de talento. Solo necesita un poco más de tracción para retomar el camino del crecimiento.

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