La tragedia de Valeria Márquez ha capturado la atención pública, pero no por las razones que deberían importar. Su nombre ya no es solo el de una víctima; se ha convertido en un trending topic, en un fenómeno mediático donde la indignación se mezcla con el consumo morboso de detalles innecesarios. Y es precisamente ahí donde radica el problema.

El asesinato de Márquez es un reflejo de una realidad más profunda: la violencia sistemática, la impunidad, la indiferencia de un Estado incapaz de proteger. Sin embargo, en lugar de poner el foco en las causas estructurales, en los patrones de agresión y en la urgente necesidad de justicia, el discurso público se desvía. Se alimenta del sensacionalismo. Se obsesiona con los últimos momentos de la víctima, con las imágenes filtradas, con los rumores, con el dolor convertido en espectáculo.

No es la primera vez que ocurre. Basta mirar hacia atrás para ver cómo cada feminicidio de alto perfil es tratado con la misma lógica de consumo. Un ciclo que inicia con indignación en redes, se transforma en cobertura mediática enfocada más en el impacto visual que en el análisis, y termina con olvido. Lo que no debería ser una noticia efímera se diluye ante la siguiente tragedia mediática.

La pregunta no es solo por qué seguimos cayendo en el morbo, sino quién se beneficia de ello. Mientras discutimos los detalles más escabrosos, olvidamos exigir cuentas a quienes deberían garantizar la seguridad y castigar a los culpables. Mientras viralizamos el dolor, dejamos de analizar el contexto que lo generó.

No se trata de ignorar los casos ni de minimizar la gravedad de lo ocurrido. Se trata de cambiar el enfoque. De exigir justicia, de hablar sobre políticas de prevención, de cuestionar el papel de los medios y la responsabilidad de quienes convierten una tragedia en contenido para el entretenimiento.

Porque si el morbo sigue dominando la conversación, el ciclo se repetirá. Y cada nombre que se convierte en viral será solo otro recordatorio de que seguimos fallando en lo esencial: cambiar el sistema antes de que haya otra víctima.

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