
Los videojuegos han sido una ventana al futuro, anticipando tecnologías, eventos y hasta cambios sociales que parecían improbables en su momento. Pero más allá de predecir avances, algunos títulos han planteado una inquietante pregunta: ¿nos estamos convirtiendo en NPCs dentro de nuestra propia realidad?
1. Deus Ex y la manipulación de la información

Este clásico del cyberpunk no solo imaginó un mundo dominado por megacorporaciones y gobiernos en la sombra, sino que también predijo la desinformación digital. En el juego, los medios están controlados y la verdad es moldeada por quienes tienen el poder. Hoy, con la era de los algoritmos y la manipulación de redes sociales, la realidad se parece inquietantemente a su narrativa.
2. Metal Gear Solid 2 y el caos de las redes sociales

Hideo Kojima anticipó el bombardeo de información y la dificultad de distinguir la verdad en un mundo hiperconectado. En Metal Gear Solid 2, los personajes hablan sobre cómo la sobrecarga de datos hace que la gente pierda la capacidad de pensar críticamente. ¿Te suena familiar? En la era de los deepfakes y la viralización de noticias falsas, el juego parece más una advertencia que una ficción.
3. The Last of Us y la pandemia global

Cuando The Last of Us presentó un mundo devastado por un hongo que controla a los humanos, pocos imaginaron que años después viviríamos una pandemia que paralizaría al mundo. Aunque el COVID-19 no convirtió a la gente en infectados, la crisis sanitaria y el colapso de sistemas sociales reflejan la crudeza del juego.
¿Somos NPCs en nuestra propia historia?
Los NPCs (personajes no jugables) siguen rutinas predefinidas, reaccionan de manera programada y rara vez cuestionan su entorno. En un mundo donde los algoritmos dictan lo que vemos, las redes sociales moldean nuestras opiniones y la automatización reemplaza decisiones humanas, la pregunta es inevitable: ¿estamos perdiendo nuestra autonomía?
Si los videojuegos han demostrado algo, es que el futuro no siempre es impredecible. Quizás la clave esté en reconocer las señales antes de que nos convirtamos en meros espectadores de nuestra propia realidad.